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Existe un camino para alcanzar la transformación de nuestra vida.
La definición de resiliencia parece sencilla: consiste en iniciar un nuevo desarrollo después de un trauma o de una desgracia. La parte compleja consiste en tener la capacidad de «ver» con los ojos de la esperanza que viene algo por lo que vale la pena luchar y seguir adelante pese a las condiciones adversas del momento.
Pero, qué condiciones favorecen esa capacidad de ser resiliente?
En primera instancia está la forma en que se construye la personalidad de un individuo dentro del entorno en el que crece. Si desde su nacimiento ha estado rodeado de las condiciones biológicas y psicológicas que apoyan y fortalecen su desarrollo, tendrá las herramientas y podrá enfrentar mejor una crisis. En este caso hablamos de RESISTENCIA, que se puede considerar como el fundamento de la resiliencia.
Pero ¿qué es aquello que mueve a alguien que ha sufrido un trauma a emprender o iniciar un nuevo desarrollo?
Los seres humanos necesitamos creer que existe un camino que vale la pena recorrer, necesitamos mantener la esperanza. Nos resulta imprescindible pensar que, aunque estemos pasando por una etapa difícil en la que experimentamos la carencia, la pérdida, la crisis, existe un “algo” más allá que nos impulsa a continuar y que nos da la capacidad de atravesarla con otra actitud.
Todos los días encontramos personas que no se derrumban ante las vicisitudes de la vida. Son gente que se cae y se levanta de nuevo para intentarlo una vez más. Sufre pero se compromete y sigue adelante porque sabe que hay algo bueno más allá de la desgracia. Es allí donde se alcanza el siguiente nivel: es ahí donde hablamos de RESILIENCIA.
El secreto de la resiliencia radica en que nos permite ser conscientes de lo que perdemos pero de igual forma nos confiere la posibilidad de esperar y saber lo que vamos a ganar.
Consideramos que somos “valientes” cuando hemos hecho frente a una situación difícil o retadora, pero la marca de la verdadera valentía consiste en irse a dormir sabiendo que mañana lo vuelves a intentar. De eso se trata tener éxito y tener resiliencia.
Walter Riso, Psiquiatra
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COMO CULTIVAR LA RESILIENCIA DESDE LA INFANCIA
Para que el niño pueda adquirir los factores que le permitirán ser resiliente, la condición principal es brindarle seguridad. Y la primera persona que se encarga de proveerla es la madre quien por tradición se encarga del cuidado del bebé, sin embargo, ella a su vez también debe sentirse amada y protegida para que pueda transmitir ese sentimiento de seguridad a su bebé.
En segunda instancia es imperativo establecer un entorno seguro y estructurado en el que se promueven actividades, se fijen rutinas y se provea una interacción, tanto de parte de la madre como de otra figura de cuidador que puede ser el padre, la abuela, el jardín infantil o la guardería en donde se provea ese ambiente de seguridad. Si el entorno es seguro y protege al niño, podrá llegar a la escuela con una motivación por aprender y lo tomará como una aventura que le permitirá superar el pequeño miedo de dar el salto del hogar al colegio. Y ese es el primer paso para aprender a transitar la vida con una actitud resiliente.
Hay dos grandes factores que hacen vulnerables a los niños durante su desarrollo: la violencia intrafamiliar y la precariedad o inseguridad social. Aunque ninguna de las dos representa una amenaza directa para los infantes, tampoco les aportan el factor de seguridad. Generalmente son hogares en donde los padres no están disponibles, no tienen tiempo ni ganas de compartir ni de jugar con el niño, están tristes o preocupados y por ende crean un ambiente de incertidumbre e indefensión al que el niño está expuesto permanentemente.
En el mundo de hoy en el que vivimos en forma acelerada por nuestras obligaciones, se observan muchos niños que al llegar al colegio se sienten atemorizados, no se adaptan y nada les gusta. No es extraño que se intimiden ante la presencia de adultos o de otros infantes y que se nieguen a cambiar sus rutinas, porque de alguna manera les proporcionan seguridad. La consecuencia inevitable es que son chicos que no pueden interactuar ni aprender como los demás y quizá este sea el problema subyacente de las múltiples dificultades de aprendizaje que encontramos en la actualidad y que no están relacionadas con factores fisiológicos.
En síntesis, podemos concluir que la resiliencia depende en mayor medida del entorno que de los patrones psicológicos de una persona. El ambiente en el que crece y se desarrolla, su nivel de resistencia, sus relaciones familiares y su cultura, constituyen factores claves en su proceso de «aseguramiento» y determinan la capacidad de resiliencia.
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